Entre los exámenes de conciencia de los comentaristas liberales y los políticos del Partido Demócrata, la columnista del Washington Post Jennifer Rubin dijo que sabía por qué Kamala Harris no pudo derrotar a Donald Trump. El problema, escribió Rubin el 29 de noviembre, fue la “prevalencia de votantes poco informados”, que “vergonzosamente saben muy poco sobre el gobierno”.
En caso de que haya alguna confusión sobre lo que quiso decir, Rubin dijo que “a veces son categorizados como ‘ignorantes’”. Esto debe distinguirse claramente de gente como ella, a quienes describe como “un cierto estrato de estadounidenses” que “le dan prioridad a aprender sobre la política”.
Rubin llega incluso a decir que los votantes “poco informados” tienen dificultad para entender los temas o “evaluar el estado de la economía”. Pero los trabajadores viven en esta realidad plagada de crisis de precios altos, desempleo y creciente incertidumbre. Sabemos lo que le pasa a millones de trabajadores que están buscando formas de cambiar estas condiciones.
Rubin dice: “¿Para qué sirve preguntarles a esos votantes su opinión?” Instó a los demócratas a “reducir y simplificar” su mensaje para los trabajadores que votaron por Trump o para los que no votaron por nadie. Unos 89 millones de personas elegibles para votar no encontraron en ninguno de los dos candidatos capitalistas algo para votar por ellos. Esta es una cifra mayor que la que obtuvieron Trump o Harris.
El artículo de Rubin capta el desdén de los medios liberales y de todos los políticos capitalistas hacia el pueblo trabajador. Estas opiniones predominan especialmente entre las capas meritocráticas de clase media alta que dominan actualmente el Partido Demócrata. Están convencidos de que su “mayor nivel de educación e ingresos”, como dice Rubin, los califica para administrar y regular la vida de la mayoría trabajadora en nombre de los capitalistas explotadores que gobiernan el país.
Esta capa de “gente inteligente”, ejemplificada por Obama, cree que la clase trabajadora es ignorante, intrínsecamente intolerante y la fuente de la reacción de ultraderecha. “Los fascistas ganaron mucho apoyo de la clase trabajadora”, dijo la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez el 6 de noviembre, refiriéndose a Trump.
De hecho, lo más importante que los trabajadores han estado haciendo en los últimos años es recurrir a nuestros sindicatos, organizar huelgas y promover la solidaridad. Esto es un cambio tras décadas de una baja resistencia sindical a la ofensiva de los patrones para aumentar sus ganancias a costa nuestra.
El curso propuesto por la fórmula presidencial y otros candidatos del Partido Socialista de los Trabajadores en 2024 se basó en esta realidad. Ellos se sumaron a las líneas de piquetes, ayudaron a fortalecer los sindicatos e hicieron campaña con un programa para terminar con los flagelos gemelos de la inflación y el desempleo.
Ganaron apoyo al explicar que los trabajadores necesitan romper con los partidos de los patrones y construir su partido propio, un partido obrero, para avanzar en la lucha para tomar el poder político en sus propias manos. Por esa senda la clase trabajadora desarrollará un liderazgo que se base en las experiencias de las luchas revolucionarias previas que señalan el camino hacia la victoria.
‘Sermoneadores o desconectados’
Algunos liberales sostienen que los demócratas deben ser menos condescendientes con los trabajadores, al menos en apariencia.
El estratega del Partido Demócrata, Steven Schale, dice que Kamala Harris fue derrotada porque “tendemos a poner a los votantes en diferentes categorías (negros, hispanos, jóvenes, gays, etc.) y tratamos a estos grupos como si fueran más progresistas de lo que realmente son”.
El voto en 2024 registró un creciente rechazo por parte de los trabajadores de las actitudes y políticas “woke”. Estas se basan en la noción de que las divisiones de raza, color de la piel, nacionalidad y lo que ellos llaman “género” determinan quién eres, no lo que dices o lo que haces.
En su forma más cruda, si eres blanco y hombre, entonces debes ser un opresor. Esta perspectiva pretende ocultar de que la explotación, la opresión nacional y el estatus de segunda clase de la mujer se sustenta en las divisiones de clase.
El presidente Joseph Biden utilizó órdenes ejecutivas para ampliar el uso de los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) en la contratación y capacitación, ya que sabía que no iba a poder lograr su aprobación en el Congreso. Los directores de programas de DEI se encargan del adoctrinamiento en los valores “woke” y de castigar a cualquiera que sea acusado de transgredirlos.
Estos programas están en declive, y con razón. A millones de trabajadores no les gusta que les digan lo que deben pensar o decir, o cómo deben tratarse entre sí.
Bajo los programas DEI, términos como “madre” han sido reemplazados por el término políticamente correcto, pero biológicamente falso de “persona embarazada”.
Uno de los anuncios más populares de la campaña de Trump se burlaba del uso de pronombres de género neutros. Terminaba: “Kamala está a favor de ellos/ellas. El presidente Trump está a favor de ti”. Convencidos de que los hombres no apoyaban a Harris porque son sexistas, los demócratas intentaron llegar a estos hombres “poco informados” con anuncios de campaña condescendiente que mostraban a hombres vestidos de vaqueros demostrando a los televidentes que eran “lo suficientemente hombres” como para votar por una mujer.
Un ala considerable de los demócratas hizo campaña en defensa de los hombres que se identifican como mujeres que quieren competir en el deporte de mujeres, lo cual es parte de un ataque más amplio a los derechos de la mujer. Trump ganó apoyo prometiendo que iba a poner fin a este ataque a las competencias atléticas femeninas.
El rechazo de estas políticas antiobreras “woke” representa un avance.
El empeoramiento de las condiciones que enfrentan los trabajadores fue clave en las elecciones. Al tener que elegir a uno de los dos principales partidos de los patrones, muchos trabajadores vieron a Trump y a los republicanos como el menos mal de estos dos males capitalistas.
A medida que los trabajadores sigamos utilizando nuestros sindicatos y promoviendo la solidaridad, aumentará la confianza en nuestras propias capacidades y valor.