Manifiesto del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores
Agosto de 1945
¡Trabajadores y agricultores de Estados Unidos!
HA TERMINADO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL IMPERIALISTA. Seis años de masivas matanzas y devastación han tenido una terrible culminación con el descubrimiento y uso de la bomba atómica, con un efecto aterrador, contra el pueblo de Japón.
El fragor de la batalla ha cesado. La humanidad ahora debe contemplar la destrucción y la ruina, el dolor y el sufrimiento que la guerra ha causado. Los pueblos de todas las tierras están celebrando el fin de la carnicería, no tanto con alegría sino más bien con un sentimiento de alivio de que ha llegado al final. No se sienten, ni pueden sentirse, seguros. Sobre sus celebraciones, como una nube amenazante, se cierne un sombrío presagio de lo que está por venir. Aquí en Estados Unidos, donde la población civil ha sido exenta de la monstruosa agonía que los pueblos de Europa y Asia soportaron durante largos e ininterrumpidos años, la alegría por el fin de la guerra también está teñida de temor por el futuro.
Repugnancia y ansiedad
El bombardeo atómico de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con una población total de 600 mil hombres, mujeres y niños, ha provocado una ola de repugnancia y ansiedad en todo el mundo, especialmente entre la población trabajadora, las principales víctimas de la guerra. Es universalmente reconocido que la humanidad se salvó de la aniquilación total en la Segunda Guerra Mundial solo porque la bomba atómica se inventó tan tarde. También existe la convicción, que llega a la certeza, de que otra guerra mundial significará la ruina de la raza humana.
El odio a la guerra imperialista y el temor a lo que nos depara el futuro están produciendo conclusiones políticas revolucionarias entre los trabajadores. Los gobernantes imperialistas, los únicos que se benefician de la guerra, buscan evitar esto a toda costa. Quieren desviar a los trabajadores de la lucha para acabar con el sistema capitalista e instaurar el socialismo, la única garantía que no se de otra guerra.
Todos los órganos de propaganda de la clase dominante se movilizan para engañar a las masas haciéndoles creer que el fin de la guerra significa los albores de una paz verdadera y duradera, y que esta puede ser mantenida sin un cambio social revolucionario. Como segunda línea de engaño, intentan persuadir a las masas de que aunque estallara otra guerra, el pueblo de Estados Unidos no debe temer la aniquilación, ya que se encontrarán los medios para “controlar” el uso de la bomba atómica y asegurar que no se utilice contra este país.

Las ilusiones que se divulgan
Entre las ilusiones que siembran está la idea de que el secreto descubierto de la energía atómica posee un poder destructivo tan terrorífico que los gobernantes capitalistas se abstendrán de usarlo en guerras futuras. Pero toda la historia de las guerras imperialistas niega esta afirmación. Entre las dos guerras mundiales se inventaron y perfeccionaron los instrumentos de muerte más temibles. ¡TODOS HAN SIDO UTILIZADOS! Durante la Segunda Guerra Mundial se inventaron y perfeccionaron otras armas mortíferas. ¡TODAS HAN SIDO UTILIZADAS! Bombas de demolición de enorme peso fueron lanzadas sobre poblaciones civiles indefensas. Se utilizaron bombas incendiarias para arrasar ciudades enteras y matar a sus habitantes incinerándolos. El indescriptible lanzallamas fue empleado por todos los beligerantes para reducir masas humanas a cenizas. La única razón por la que no se usó el gas venenoso fue su poca fiabilidad como arma, el peligro de que pudiera destruir a quienes lo usaran.
Para aniquilar a sus oponentes, los criminales imperialistas emplearán todas las armas mortíferas que tengan en sus arsenales. ¡Que nadie se engañe pensando que la bomba atómica no será utilizada!
Otra ilusión que se fomenta con ahínco es que la bomba atómica es “nuestro secreto”, que se mantendrá como “nuestro secreto” bajo un férreo control y monopolio gubernamental, y que, por lo tanto, Estados Unidos estará a salvo. Pero el hecho es que NI SIQUIERA AHORA es un secreto exclusivamente estadounidense. Es conocido por los imperialistas británicos, quienes colaboraron en la investigación científica desde el principio hasta el momento de su descubrimiento. También lo sabe la clase dominante capitalista de Canadá, que también participó en el proyecto.
Declaración de Truman
Truman declaró que Gran Bretaña y Estados Unidos “no tienen intención de revelar el secreto hasta que se encuentren los medios para controlar la bomba y así protegernos a nosotros mismos y al resto del mundo del peligro de la destrucción total… Debemos constituirnos en administradores de esta nueva fuerza, para evitar su mal uso y convertirla en canales de servicio a la humanidad”.
Pero con la derrota del imperialismo alemán y el japonés, la rivalidad entre el imperialismo británico y el estadounidense se convierte en una de las mayores fuentes potenciales de otra guerra mundial. Los intereses de estas dos potencias se encuentran y chocan en todos los rincones del planeta. A menos que se destruya todo el sistema mundial del capitalismo y el imperialismo, la guerra entre ellos es más que probable. ¿Puede alguien en su sano juicio dudar de que, en caso de tal guerra, los antagonistas utilizarán la bomba atómica para destruirse mutuamente?
Exterminio a sangre fría
¿Y qué quiere decir Truman cuando dice “mal uso” de la bomba atómica? ¿Fue el exterminio deliberado y a sangre fría de 600 mil japoneses un acto de gran humanitarismo? En el lenguaje taimado de los criminales imperialistas, un arma solo se considera “mal utilizada” cuando la emplean sus oponentes. Los nazis “mal usaron” el arma del bombardeo aéreo cuando destruyeron Varsovia, Róterdam y Coventry. Los imperialistas japoneses lo “mal usaron” cuando destruyeron Cantón, Hankow y Chungking. Luego, los imperialistas angloamericanos superaron a sus rivales y arrasaron decenas de ciudades alemanas y japonesas y a cientos de miles de habitantes civiles. Simplemente se “olvidaron” y esperaban que sus propios pueblos se olvidarían de su antigua pretendida indignación.

La bomba atómica, independientemente de lo que se decida en Washington y Londres, no seguirá siendo ni siquiera un secreto anglo-estadounidense-canadiense. Sir James Chadwick, jefe científico británico del proyecto de la bomba atómica, declaró en Washington el 12 de agosto que esta arma letal “no era un secreto estrictamente británico-estadounidense” y que “cualquier nación podría descubrir el secreto en unos cinco años de experimentación, suponiendo que tuviera acceso a las materias primas necesarias”.
Considérese, también, la importancia ominosa del siguiente extracto de un despacho de Washington al New York Sun del 8 de agosto: “Hace 24 horas, miembros del Congreso debatían acaloradamente entre ellos si el nuevo descubrimiento debería entregarse o no al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a otros gobiernos aliados. Hoy su razonamiento está madurando y comienzan a comprender que, aún si destruyeran los planos y las fórmulas de este nuevo invento, los científicos de otras naciones descubrirían el secreto de nuevo en sus laboratorios”.
El despacho continúa: “Más impresionante aun es el reconocimiento de que el desarrollo político mundial no ha estado al ritmo de su conocimiento científico: QUE NO CONOCEMOS NINGUNA MANERA DE PREVENIR EL MAL USO DE ESTE NUEVO DESCUBRIMIENTO. La idea de negociar una serie de tratados internacionales en los que se renuncie al uso de explosivos atómicos en la guerra no inspira confianza en nadie”.
Dos terribles guerras mundiales han demostrado —y la cita anterior lo subraya— que el capitalismo es incapaz de utilizar los grandes avances científicos y técnicos para el enriquecimiento de la vida humana. En la “paz”, el capitalismo condena a las masas a la pobreza y la inseguridad en medio de una abundancia potencial. En la guerra, recluta a la industria y a la ciencia para la destrucción mutua de los pueblos.
¡NO SABEN OTRA FORMA! Esta admisión de incapacidad e impotencia proviene de la clase dominante más poderosa del planeta. Con sus propias palabras, son condenados como los asesinos del género humano. Con una calma demencial, le dicen a los pueblos que esperen su desaparición.
Que nadie se engañe a si mismo pensando que, debido a la derrota de Alemania y Japón, es improbable una nueva guerra, al menos durante la vida de esta generación. La avaricia capitalista y las rivalidades imperialistas prevalecen. Solo ha cambiado el eje de los antagonismos. La guerra es el resultado final de la incesante búsqueda de ganancias, mercados, colonias y esferas de influencia en el capitalismo. Es mentira que la guerra pueda prevenirse mediante tratados y acuerdos entre los bandidos imperialistas.
La Liga de las Naciones no pudo evitar la guerra. Estaba muerta y enterrada antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. La Organización de Naciones Unidas no podrá evitar una tercera guerra mundial. Su propia fórmula de “paz por la fuerza” implica guerra y no paz. En momentos de descuido, los imperialistas admiten que no conocen ninguna manera de prevenir la guerra. Esta admisión está implícita en el mantenimiento de gigantescos arsenales de armamentos. Los primeros despachos de Washington sobre la bomba atómica citaban a medios oficiales que afirmaban que esta nueva arma “revolucionaría todas las guerras futuras”. ¿Puede estar más claro?
Tampoco nadie debe engañarse a sí mismo de que Estados Unidos escapará de las explosiones aniquiladoras de la bomba atómica en una guerra futura. El poder aéreo y el poder naval no ofrecerán una protección segura. Los científicos ya nos dicen que la fuerza aérea no será necesaria para transportar este nuevo misil en su misión mortal. Se disparará desde inmensas distancias en forma de un cohete a reacción que alcanzará su objetivo a la velocidad de un rayo y con una precisión infalible. Nueva York, Detroit o Los Angeles serán tan vulnerables como Hiroshima y Nagasaki.
Una ilusión peligrosa
Es entonces cuando los apologistas liberales y defensores del sangriento sistema capitalista salen a explicar que la nueva arma hace “inconcebibles” las guerras futuras, ya que su amplio uso significaría la aniquilación total del género humano. Y de esa forma siembran otra peligrosa ilusión.
Después de la Primera Guerra Mundial, estos mismos liberales declararon que otra guerra era “inconcebible”. Ahora que la humanidad ha sufrido otra terrible masacre, ¿intentan indagar por qué ocurrió lo “inconcebible”? No, no lo hacen. Porque una investigación honesta lleva directamente a la conclusión de que bajo el capitalismo las guerras son inevitables e ineludibles, y que una vez que la guerra comienza, entran en juego todos los diabólicos instrumentos de muerte y destrucción. Los farsantes liberales son empleados, y generosamente pagados, para encubrir al capitalismo, para engañar a las masas sembrando ilusiones y así desviarlas de la lucha por el socialismo, que es lo único que puede acabar con los horrores de la guerra para siempre. Por eso, aunque tiemblan de miedo cuando llegan a comprender lo que significa la bomba atómica, solo pueden murmurar la invocación absurda de que una nueva guerra es «inconcebible».
¡NO ven una salida!
Pero sí HAY un camino: ¡EL CAMINO DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
¡No hay tiempo que perder!
El capitalismo, en su agonía mortal, retorciéndose en las redes de una crisis mortal, ha perfeccionado un instrumento de aniquilación global. Esta fuerza destructiva letal, en las garras de los criminales gobernantes capitalistas, será utilizada para diezmar a la humanidad a menos que sea arrebatada a tiempo de sus garras asesinas. Los trabajadores deben despertar, y despertar rápidamente, a la comprensión de que la guerra, con todos sus horrores, es producto del sistema capitalista.

Para ocultar el verdadero origen de las guerras, los propagandistas capitalistas dividen a las naciones en “agresoras” y “pacifistas”. Esto es mentira. Los pueblos de todas las naciones odian la guerra, porque son sus víctimas. Son arrastrados a la guerra por los gobernantes capitalistas, quienes son los únicos que se benefician de ella. Decir que Alemania o Japón la iniciaron no ayuda en nada a comprender las profundas causas sociales de la guerra. Alemania y Japón han sido derrotados. Sin embargo, los gérmenes de la guerra aún están incrustados en el corazón de la sociedad capitalista. No se puede depositar ninguna confianza en las declaraciones de los estadistas del capitalismo “amantes de la paz”, ni en este ni en ningún otro país. Solo la eliminación total del dominio capitalista en todo el mundo puede garantizar que nunca jamás se utilicen los explosivos atómicos para asesinatos en masa.
Siempre dijimos la verdad
¡Trabajadores de Estados Unidos! Años antes de la guerra y hasta el momento de su estallido, el Partido Socialista de los Trabajadores, los trotskistas, advirtieron que la guerra era inevitable si se permitía la supervivencia del capitalismo. ¡Le dijimos la verdad a los trabajadores!
Cuando comenzó la guerra, desenmascaramos la mentira de que era una guerra por la “democracia”. Desvelamos la verdad, que era una guerra imperialista. Nunca hemos dejado de proclamar esta verdad. ¡La proclamamos solos contra todos los mentirosos y engañadores del pueblo!
Esta verdad fue proclamada por nuestros camaradas en otros países, en Europa y en Asia. Bajo la orgullosa e intachable bandera de la Cuarta Internacional, los trotskistas de todas partes lucharon contra la guerra imperialista y por el futuro socialista de la clase trabajadora.
Hoy, en este gran momento decisivo de la historia, traemos nuestro mensaje de esperanza a la humanidad trabajadora. ¡Señalamos el camino de la salvación!
¡Que el horror catastrófico de Hiroshima y Nagasaki sirva de toque de clarín a la clase trabajadora! Los trabajadores deben arrebatar el poder de las manos de los sanguinarios criminales capitalistas y tomar su destino en sus propias manos. La lucha por el socialismo es hoy más que una lucha para acabar con la pobreza y la desigualdad, para abolir la explotación del hombre por el hombre. Hoy, la lucha por el socialismo es una lucha para evitar la aniquilación del género humano. ¡La humanidad debe exterminar el sistema capitalista ahora o ser exterminada!
Sumiéndonos en el abismo
Es urgente. A un ritmo aún más acelerado, el capitalismo está precipitando a la humanidad hacia el último abismo de la destrucción. El fin de la Segunda Guerra Mundial no significa paz, sino solo un intervalo entre guerras, marcado por conflictos menores. Este intervalo será más corto —mucho más corto— que el anterior, porque las contradicciones del capitalismo en decadencia se agudizan cada vez más y el capitalismo solo puede sobrevivir mediante la guerra. Este respiro debe ser aprovechado por las fuerzas progresistas de la sociedad, la clase trabajadora y sus aliados, para aplastar el sistema capitalista y dar paso a una sociedad socialista.

¡Socialismo o pereceremos! Estas son las alternativas. No hay otra. Solo la clase trabajadora, que sufre las crueldades del capitalismo tanto en la paz como en la guerra, puede asestar el golpe mortal a este sistema abominable. Los trabajadores pueden movilizar a las masas en torno a su bandera liberadora y cambiar el mundo. Tras abolir el capitalismo, pueden poner las fuerzas productivas y los maravillosos descubrimientos de la ciencia al servicio de las necesidades humanas.
La liberación de la energía atómica abre horizontes grandiosos para el desarrollo de la sociedad humana. Contiene la promesa de eliminar la pobreza y elevar el nivel de vida de todos los pueblos a cimas inimaginables. Las ocupaciones peligrosas e insalubres pueden convertirse en cosa del pasado. Se puede acabar con la monotonía y la esclavitud del trabajo desagradable e innecesario. Puede haber descanso, comodidad y progreso cultural para cada hombre, mujer y niño en la tierra.
Todo con una sola condición: ¡que el capitalismo, el estrangulador del progreso humano, sea destruido!
¡Pueblo trabajador de Estados Unidos! ¡Trabajadores y trabajadoras de las fábricas y del campo! ¡Los trotskistas los convocamos a la lucha por la revolución socialista! ¡Únanse a nosotros en la gran batalla por un nuevo mundo donde la paz y el bienestar permanentes estén asegurados para todos!