Declaración emitida el 25 de enero por Ellie García, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para el Senado por California en 2022.
Los pequeños agricultores son víctimas de condiciones que no están bajo su control. Pero estas no son principalmente desastres naturales como la sequía que asola a California hoy. Son condiciones sociales, resultado del funcionamiento del capitalismo.
Los agricultores son explotados por los bancos y los tiburones inmobiliarios que poseen los títulos de propiedad de sus tierras. El procesamiento y la distribución de alimentos y otros productos agrícolas están monopolizados por corporaciones gigantes que los exprimen sin piedad. Los fabricantes de implementos agrícolas, semillas, fertilizantes y pesticidas, y los fideicomisos de energía y granos, reciben los primeros pagos de los ingresos de los agricultores.
Una de las consecuencias de este sistema con fines de lucro es que las lluvias torrenciales en California van a parar en el océano, sin producir ningún alivio para los pequeños agricultores plagados por la sequía.
Bajo el capitalismo, los pequeños agricultores asumen todos los riesgos: la carga de las malas cosechas, las condiciones inestables del mercado, las altas tasas de interés y los impuestos. En el caso de sequías, los organismos reguladores, como las numerosas juntas y agencias del agua de California que afirman “proteger el medio ambiente”, endurecen las restricciones al acceso al agua, lo que beneficia a los agricultores capitalistas. Esto significa que en las comunidades rurales, los pozos de los trabajadores quedan contaminados y, a menudo, secos.
Hay diferentes clases de agricultores, tanto explotados como explotadores, con opuestos intereses de clase. Los pequeños agricultores son esclavos de la deuda. Los trabajadores son explotados por los capitalistas que se enriquecen de nuestro trabajo. Nos enfrentamos a un enemigo común, la clase capitalista. El movimiento obrero, nuestros sindicatos, pueden fortalecerse extendiendo la solidaridad a los pequeños agricultores.
El movimiento sindical debe tomar la iniciativa para forjar una alianza entre los trabajadores y los agricultores, para que podamos luchar juntos por un programa que garantice a los agricultores sus costos de producción, incluidos sus gastos de subsistencia, y los libere de la abrumadora carga de la deuda. Los agricultores necesitan saber que nuestros sindicatos los respaldan ante la amenaza de las ejecuciones hipotecarias de sus tierras y robarles su sustento. Necesitan asistencia ante la incertidumbre económica y la ruina que constantemente se cierne sobre ellos.
Cuando los trabajadores y agricultores en Cuba hicieron una revolución en 1959, establecieron su propio gobierno y lucharon para llevar a cabo nacionalizaciones de gran alcance de la industria y los servicios públicos. Se otorgaron títulos de propiedad a miles de campesinos que querían cultivarla. El gobierno nacionalizó la tierra, abolió el sistema de alquileres e hipotecas y la esclavitud de las deudas, y garantizó que la tierra estuviera en manos de quienes quisieran trabajarla. Una revolución profunda que arrebate el poder de las manos de la clase capitalista y lo reemplace con un gobierno de trabajadores y agricultores puede lograr lo mismo en este país y brindar un poderoso ejemplo a los trabajadores de todo el mundo.